DISOCIACIONES I

LO QUE SIGUE ES LA PRIMERA ENTREGA DE UNA NUEVA SECCIÓN DENOMINADA "DISOCIACIONES".

DESORDEN DE IDENTIDAD DISOCIADA (DID).

Nombre común: Trastorno de personalidad múltiple

A lo largo de la historia, realmente pocos casos de Desorden de Identidad Disociada (en adelante “DID”) han sido científicamente documentados. Sin embargo, resulta evidente que alrededor del mundo existen historias sobre personas que han vivido sus vidas de forma múltiple, o mejor dicho, que múltiples personalidades han vivido en sólo una persona. Se cree que dichos relatos se han ido incrementando gracias al auge que esta patología comenzó a tener entre los años 60 y 70 en la psicología, al punto de haber conquistado rápidamente la pantalla grande y la literatura de la época.

Hay algo atrapante, misterioso y casi indescifrable tras cada uno de ellos. Tal vez eso escondido que encierra la mente humana, que tan quieta está a veces y tan temiblemente despierta otras. Como sea, llevar semejante sello no es una carga liviana: verdaderos o falsos, podemos encontrar aquí los inconvenientes que puede conllevar padecer un caso de Desorden de Identidad Disociada.


CASO I.- Cuentan que alrededor del año 1813 vivió en Francia un renombrado escritor que había editado obras magníficas confinado en su hogar, sin salir ni una sola vez. Lo llamativo es que en cada una de las obras figuraba quiénes habían trabajado en ellas: el autor, por supuesto, un corrector y un encargado de imprenta.
Algunos curiosos y fanáticos se dedicaron a investigar cómo era que las escrituras originales paseaban por el lugar donde se encontraban el corrector y la imprenta sin que el autor saliera de su casa. Vigilaron día y noche, sospecharon de túneles secretos debajo de la ciudad y hasta asaltaron varias veces a la criada que entraba y salía en busca de víveres cada viernes. Nada. Absolutamente.
Se sospechó entonces que todo era una farsa: el autor sólo ponía los nombres de los colaboradores pero en realidad éstos no existían verdaderamente. Supusieron que era parte de una campaña marketinera que utilizaba el misterio como principal elemento atrayente.
Un día descubrieron que no estaban tan errados. Como uno de esos tantos viernes, asaltaron a la criada y al no encontrar nada la obligaron a entrar a la casa por la fuerza. Al entrar, encontraron a un hombre pálido leyendo unas hojas ajadas.
-¿Quién es usted?- preguntó el curioso
-Soy Terán, un corrector.
-Él también las escribe –señaló la criada
-No, Jules las escribe, él ya se ha marchado.
- Tiene razón, disculpe.

La sirvienta llamó aparte a los desconcertados intrusos y les contó la verdad. El escritor había empezado a tener manifestaciones extrañas en las que no aceptaba colaboradores porque decía que nadie hacía las cosas mejor que él. Entonces, en su mente, había logrado forjar cuidadosamente tres personajes disociados uno del otro, con profesiones y capacidades diferentes entre sí. Un día apareció el corrector perfecto y cuando la obra estuvo completa apareció el encargado de la impresión, prolijo y detallista. Todos convivían con el escritor y la criada era la encargada de dar la bienvenida y despedir a todos sin que unos sospecharan que los otros no existían. Como quien atiende un parto, la criada ayudaba a dar a luz cada personalidad y les explicaba los porqués de las ausencias, trasmitía los recados que no habían sido dejados por escritos y conversaba de temas diferentes con cada uno. Dicen que estaba enamorada del encargado de imprenta pero no soportaba al escritor. El corrector era sólo su amigo porque lo encontraba demasiado meticuloso y además hablaba poco.

La historia se desencadenó trágicamente: un día el escritor vio con horror que el corrector había destruido los originales y había dejado una nota de puño y letra manifestando que había sido por envidia, que el “siempre había querido ser escritor”. Pensando que podía haber copiado su obra, destruyó la imprenta, a lo que el encargado respondió prendiendo fuego la casa.
Cuentan que el cuerpo del señor Alex Paulson fue encontrado carbonizado entre los escombros de su casa. Era vienes, por lo que la criada no se encontraba para auxiliarlo. Cuando llegó al desastre algunos dicen que la escucharon murmurar: “Ahí me dejas, mi amigo, mi amante, mi señor”.

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